¿En qué momento pierde uno el control?
¿En qué preciso instante uno decide cambiar de rumbo? ¿o no lo decide uno?
¿Cómo saber qué es exactamente lo que nos está haciendo desviarnos?
¿Cómo saber qué estamos haciendo mal?
Como si mientras caminara girara un poco, un poquitito, milímetros
imperceptibles que no se notaran a cada paso pero que finalmente
hicieran que perdiera el rumbo. Como si de pronto me encontrara al otro
extremo del lugar al que quería llegar y, todavía peor, que me
encontrara en ESE preciso lugar al que NUNCA quise llegar.
Desandar el camino ¿regresar por donde vine? ¿tomar un atajo? ¿gritar
¡¡Auxilio!!?
Y pienso: lo primero que debe hacer uno cuando está perdido es
aceptarlo; después, pensar -lo más creativamente posible- en cómo volver
y pedir ayuda esperando que alguien esté cerca.
Pedir ayuda.
Es una de las cosas que más trabajo me cuestan. Desde muy pequeña me
convencí a mí misma de que no necesitaba ayuda, de que yo era capaz de
hacer las cosas que yo quería y de que nadie las haría mejor que yo.
Pero no. Me estoy equivocando. Y me está doliendo. Y me está costando
trabajo reconocerlo y reparar los daños.
Y no sé por qué, pero tengo confianza... siempre la he tenido... y así
recuerdo que tengo un secreto que estoy guardando para
postsecret.blogspot.com